A rebuscar entre mis días, fiel,
como a un destino puntual
acudo,
a sacar de ellos hebras de lana
grasa,
brillos celestes, ocasos,
centellas, luceros,
el musgo de sus sombras, fibras
de dorados solares.
Con estos ligeros materiales
en el pecho me construyo un
nido
para sonrisas prestas a cálidas
victorias,
y cuando el invierno todo lo
emborrona, habito,
borla invernal, orientados al
este sus más altos aleros.
Sólo quiero dejar atrás
escombro,
el silencio que queda en raídas
quijadas,
el frágil vacío de ajadas
mudas de las culebras,
la sal última de polvo de ceniza,
la cáscara rota de mis días,
una vigorosa estela hacia el
final es el tiempo que voy dejando atrás.
Y así, en cortos vuelos,
voy tejiendo circulares mis
días...
cerrar el taller al toque
atemporal de campanas,
volver a casa, para una arquitectura
de besos, palabras, notas..
y en la noche, vieja
desconocida, cobijarme en un ahuecar de plumas.
Ante la imparable inercia de
los inviernos,
densidad de plomo crepuscular,
me estremezco,
y para un reinaugurar de
torpes gorjeos, al alba me confío
sobre esta rama en la que se
mece la fragilidad de mi universo,
universo de borra, de broza, de batir de alas hacia la calidez de tus brazos su vuelo.
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