Joan Margarit.
Si tu
quieres...
No apagaré de tus mejillas nuestros poemas
por la chispa estelar de tu mirar encendidos,
y para agitar su llama en los vacíos de la noche
o templar con tu cálida luz ocultas oquedades,
apilaré por ti palabras para tus fuegos invernales.
Permaneceré...
En el reducto libre de los blancos versos como tu pecho,
te lanzaré palabras de lana, pretenciosos poses de poeta,
mi osadía de querer inquietar una mariposa en tu cuello,
continuará mi deseo su retirada sobre tu piel de pétalos
de nácar
y de tu mano buscaré salidas en laberintos de límites y
silencios.
Fiel en el verso para ser...
La palabra, arquitectura de secretos compartidos,
y con los retales sobrantes de nuestros otros cariños
formaríamos nuestra bandera de piratas aguerridos,
atrás dejaríamos una estela del rosa, cielo, de tus
mejillas,
hiriendo la piel helada del mar acerado de las renuncias.
Culpable de bohemia,...
Agua queriendo beber de cauces de opuestas vertientes,
gotas al encuentro en el azar imposible de las pendientes,
fértiles manantiales, simiente, germen de distintos mares,
lenguas de lluvia redondeando de versos aristas de
granito,
caricia de paisajes calizos, saltos al vacío, cada uno un
camino.
A pesar...
Que la prudente distancia entre lo que soy y esto
que hoy por ti escribo, pronto será, para ambos,
insalvable,
te cansarás de tu traviesa curiosidad de niña celeste,
y mi mariposa morirá rota entre otros labios de verdad,
yo seré, mi musa de cristal, un copo de nieve en el mar.
Que contigo...
Hasta donde lleguen mis alas domésticas de corral
no renuncio a volar, y si mañana no te puedo ya alcanzar,
o te diluyes en otras aguas, o el fuego pasa a ser de
celofán,
me quedará el escondido orgullo de una herida contrariada,
y unas palabras tras de tu rastro que nunca fueron un juego
floral.
Pronto todo estará dicho ...
Y pondré rumbo hacia ocasos
donde la dulzura amenace menos feroz,
sujetaré la rienda de mi palabra desbocada
traspasando mugas para mí alcanzables,
olvidaré, al fin, tus desconcertantes silencios,
tu pretendida complicidad, el acoso aterciopelado del filo
romo de mis versos.
Y quedaré....
Rendido de blanco imaginar y de nada esperar, mi musa de
cristal,
azote de mis versos al desnudo en la tenaz tarea de
imaginarte,
agradeceré tu justa indiferencia, esa distancia con la que
me salvas
de ahogarme en mi cómoda contradicción de ávidos sueños de
señor,
y te apagarás despacio, dejándome un sosegado humear de nostalgias.
Con todo, dulcísima derrota habrá sido en mí la victoria
del verso,
allí donde en ti pude posarme para cuajar de cariño
tus mejillas.
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