No va del dolor, porque cuando me duele nos duele más si te lo describo
en él el dolor recta semi-oculto
levantando vuelos de tristeza en sus ojos
ni de la palabra amor a la ligera,
envoltorio de caramelo en parque otoñal
en él no hay palabras de
sobra en su lengua sin articulaciones ni sistemas,
ni de la esperanza, mano
dispuesta entre el abrir y cerrar de pléyades de ojos
en él sólo son esperas, su carpe
diem sin ambiciones para tiempos inexistentes,
ni de otras palabras,
esencias eternas, con su satélite mundo desentrañándolas sin fin.
Por ello, lejos de las intricadas
substancias del ingenio humano, quizá, si dijera…
que nos queremos, o algo
parecido, sería alimentar comparativas de amantes y poetas
o si, al menos, dijera que
intuyo que nos comprendemos algún filósofo traería su luz
o si, al menos, dijera que
nos entendemos, o al menos nos aprendemos, que diría el sabio
así que su animal condición
parece anular cualquier trascendencia a terceros entre ambos.
Desechadas
ya filias impropias entre especies, sólo diré…
que sólo va de un perro
tricolor -Para él ni color ni raza importan y el pedigrí es insospechado-
que sestea ajeno a lo justo
de sus actos en la tibieza de su manta tramada de viejos amparos.
Y sueña…y nos desconcierta
con sus gestos correspondidos desde el más allá de su vigilia
desde allí donde
cabelleras de ola del onírico océano nocturno le rocían con sus hisopos de
misterio y fantasía.
Sueña…
como sueño yo en mi mente,
soltando de mí su mano, en la feria de los espejos y laberintos
o como se sueñan las
gallinas voces de soprano cuando tras el anochecer recuentan sus crestas
abatidas…
-aunque quizá alguna no
sueñe ya al ver su ensueño hecho realidad, o sus sueños agotados de esperar, o
por estar hasta la misma cresta de soñar-
Sueña como los cerezos
su sueño en su flor…
y en la trama abatanada en
la urdimbre de nuestros días creo que no sabe que es perro,
y, dado que la desconfianza
es contagiosa,
a veces cambiamos papeles en
el reparto de la ciencia zoológica y evolutiva.
En la calle, antes del amanecer,
cada farola muestra su cascada de lluvia precipitándose justo desde la línea
donde corta la luz los arrullos que manan de la noche…
y asciendo por la verticalidad del momento, solícita es ya su espera, y su alegría, y mi desgana...
la ola del sueño es ya un
último aliento buscando su fosa en la arena y salimos bajo lo que él cree una
lluvia de confetis…
juntos en un nuevo íntimo gesto de cercanía compartida arcana y universal…
en qué momento de la provechosa simbiosis saltó la chispa del asombro tras la mirada
a partir del cual ya no se
supo en quien acontece el cariño o de dónde trasciende la leal fidelidad…
al fin y al cabo que más da, ambos, no
tan diferentes en este cruce de caminos.
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