26/10/24

Simbiosis. A Lurte y Pistón porque saben lo necesario.

 








No va del dolor, porque cuando me duele nos duele más si te lo describo

en él el dolor recta semi-oculto levantando vuelos de tristeza en sus ojos

ni de la palabra amor a la ligera, envoltorio de caramelo en parque otoñal

en él no hay palabras de sobra en su lengua sin articulaciones ni sistemas,

ni de la esperanza, mano dispuesta entre el abrir y cerrar de pléyades de ojos

en él sólo son esperas, su carpe diem sin ambiciones para tiempos inexistentes,

ni de otras palabras, esencias eternas, con su satélite mundo desentrañándolas sin fin.

 

Por ello, lejos de las intricadas substancias del ingenio humano, quizá, si dijera…


que nos queremos, o algo parecido, sería alimentar comparativas de amantes y poetas

o si, al menos, dijera que intuyo que nos comprendemos algún filósofo traería su luz

o si, al menos, dijera que nos entendemos, o al menos nos aprendemos, que diría el sabio

así que su animal condición parece  anular cualquier trascendencia a terceros entre ambos.


Desechadas ya filias impropias entre especies, sólo diré…


que sólo va de un perro tricolor -Para él ni color ni raza importan y el pedigrí es insospechado-

que sestea ajeno a lo justo de sus actos en la tibieza de su manta tramada de viejos amparos.

Y sueña…y nos desconcierta con sus gestos correspondidos desde el más allá de su vigilia

 desde allí donde cabelleras de ola del onírico océano nocturno le rocían con sus hisopos de misterio y fantasía.


Sueña…


como sueño yo en mi mente, soltando de mí su mano, en la feria de los espejos y laberintos

o como se sueñan las gallinas voces de soprano cuando tras el anochecer recuentan sus crestas abatidas…  

-aunque quizá alguna no sueñe ya al ver su ensueño hecho realidad, o sus sueños agotados de esperar, o por estar hasta la misma cresta de soñar-


Sueña como los cerezos su sueño en su flor…


y en la trama abatanada en la urdimbre de nuestros días creo que no sabe que es perro,

y, dado que la desconfianza es contagiosa,

a veces cambiamos papeles en el reparto de la ciencia zoológica y evolutiva.

 

En la calle, antes del amanecer, cada farola muestra su cascada de lluvia precipitándose justo desde la línea donde corta la luz los arrullos que manan de la noche…

y asciendo por la verticalidad del momento, solícita es ya su espera, y su alegría, y mi desgana...

la ola del sueño es ya un último aliento buscando su fosa en la arena y salimos bajo lo que él cree una lluvia de confetis…

juntos en un nuevo íntimo gesto de cercanía compartida arcana y universal…

en qué momento de la provechosa simbiosis saltó la chispa del asombro tras la mirada

a partir del cual ya no se supo en quien acontece el cariño o de dónde trasciende la leal fidelidad…

al fin y al cabo que más da, ambos, no tan diferentes en este cruce de caminos.

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