Independientemente de sus impulsos
emergentes sobre el mar y de la densidad de sus curvas de nivel en todas ellas
resultaban igualmente empalagosos los caminos aferrándose a mis pasos. Y cuando
la luz se alzaba victoriosa con su manto azul bordado de alegrías, en todas
ellas la rebeldía de la vida brotaba desde su introspección embalsamada. Es por
ello que creo que aquel campo verde de mi niñez, con su hospitalario camino y
sus collares de margaritas, fue mi primera lección de la dignidad de toda
montaña.
Ir aprendiendo para luego ir entendiendo…
La docilidad del barro entre las manos, la belleza por interpretar en la flor,
la trascendencia del camino, la sabiduría del bosque, la templada levedad de sus
cantos, la reflexión ante el hormiguero, el pálpito ante el vacío, las
densidades del aire, el relato humano con su medio, los distintos nombres de
ser nieve, de ser árbol, montaña, de ser todo ser.….Hasta llegar a comprenderla
ella en mí y yo en ella en el milagro cotidiano de la hojarasca de mis días.
Conozco unas cuantas montañas, en su
gran mayoría en mi país diverso y trasversal que llamamos Pirineo, pero me puede el sentimiento de unidad coral
que me transmiten sus armonías, por eso prefiero montaña, Pirineo, rebaño, humanidad…
esencias compartidas. Eso sí, sin traspasar, ¡ojo cuidado a las señales!, las
engañosas mugas de la simplista generalización del relato blanco o negro tan
utilitario en nuestro días de minutos numerados.
Ya en ella me paro ante el escorzo de
avalancha de horizontes a la fuga que es la montaña recogiéndose fiel a mis
pies, para, a cada paso, ir desplegando sus misterios. Abajo, como un bote varado
en su verde oleaje de espumas primaverales cruzado del rastro imposible de mil
estelas, o encallado bajo el aliento del sol de invierno, el pueblo y su
montaña permanecen inmutables como la sugestiva imagen en el calendario del
bar. Soy la nada inmersa en un vértigo diáfano. Allí el asombro, la libertad
que inquieta, la consciencia del gran vacío que todo circunda. Allí se hacen
patentes ausencias, presencias y pertenencias. Te atrae, te retrae. La tierra
acoge, el cielo ampara… Para luego siempre volver a mi mundo abigarrado donde todo
vacio espera reclamando su algo que lo subsane.
Montaña viva explicada con viejas
fábulas y tiernos engaños aprendidos a lo ancho y largo del espacio y del
tiempo para celebrar un compartido sosiego de certezas. Montañés que con ternura
quieres creer, querer es lo importante, en cuentos protegidos del tiempo por
manos de raíz y ojos forjados al fuego de la vida en su vaivén pendular de
astros y anhelos. A quien pudo importar la realidad desconocida frente al contundente
relato imaginado o sugerido como verdad que ampara. Hoy todo es más complejo en
este magma del relato de pantalla a la carta de los algoritmos. Camino entre
estos fuegos digitales de falsedades y certezas un tanto desorientado,
buscando, como hicieron ellos, salir, como de un bosque o un buen poema, ligeramente
mejorado.
Montaña digna descarnada de despedidas
hacia el canto prometedor de las sirenas fabriles. Pirineo colonial de recursos
extractivos, aprovechamientos, proyectos y modelos de desarrollo de pan para
hoy y hambre para mañana. Montañés digno en su montaña. Montañeses también los
corazones nido de latentes petirrojos despertando el recuerdo a la llamada de primaveras
urbanas… ya lo dijo Labordeta en su sólo querían montañas, agua y electricidad… le
faltó decir saber hacer y manos dispuestas para el pan y la justa ambición de
quien emprende su camino.
En la falsa, junto al osario acumulado
del pasado dormita la herencia raíz y su manoseada memoria. Quizá no todo de lo
ocurrido o imaginado, ya semi- enterrado, merezca ser hoy salvado. No hay
tradición sin traición ni vitrina que la contenga con vida. Todo necesariamente
fluye, cambia, se adapta al cauce del tiempo en su camino al mar de lo que
somos. La dignidad del bosque, de la cima, de la val, del pueblo a contra-corriente,
del futuro sin lastre por construir…todo
permanece y espera. Todo lo que tiene un nombre existe.
Salgamos pues donde las hojas siguen
cayendo hacia su cielo eterno en su frus-frus con el eco de tu voz. Escuchemos
del musgo su caricia verde, de la zarza su ojo a la espina, del bubón su voz
temida, del imperio de la noche su mirada de desafío, de la tierra su energía,
de la muerte su cruz en la moneda de oro de la vida, del fuego la luz que
convoca, del viento sur su nuevo ímpetu tropical al ritmo de cambio climático…
Buscar, salir, escuchar, comprender, construir, ser y estar por la íntima
dignidad de toda montaña.
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