25/3/24

Crónica cotidiana.


 


 


Nos conocimos en un azar de miradas

a la luz virginal de nuestra añorada prehistoria,

en esa mañana fugaz repleta de  presentes

hoy conjugados en pasado apesadumbrado.

Juventud por breve nunca dos veces buena.

 

Y nos fuimos tejiendo como un nido

con los sarmientos de los trabajos,

la broza de la vida, maraña de temores,

la borra de mis risas y tus besos de felpa.

Nido fecundo donde dos ángeles se vinieron a posar.

 

Tú traías un ordenado equilibrio de pies en el suelo

y siete capas que escondían tu sensibilidad de niña,

yo un borgil de caricias, un destino de cercanías

y tramas de entusiasmos en cotidianas urdimbres.

Ambos un tenaz ir y venir al árbol de nuestros días.

 

Hoy asimetría perfecta son nuestras alas de la mano,

manos nido, pájaro, mismas manos emigrando al sur todavía,

y mientras el tiempo va escribiendo sus signos en los espejos

de la mano, contra fríos otoñales, seguimos en este amor anidado.

 

Juntos acurrucados bajo la desconcertante luz del trueno de la vida.


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