Hubiera
querido
Devolverte
la fuerza de ese tu primer paisaje
que
nunca dejaste atrás, madre despojada de sus hijos,
tierra
de maletas inmensas como pechos repletos,
tierra
madrastra de la que tuviste que marchar.
Porqué
oculta el mar, para el que parte, la huella de sus caminos…
Hubiera
querido
Renovar
tu brazo en fragua de amaneceres forjado
doblegando
con golpe certero tu destino…
silenciar
el mensaje de azogue de tus espejos
y
que nada inquietase la debilidad de tu mirada.
Porqué
muestra el vivir, para el que parte, las huellas de su camino…
Hubiera
querido
Recordar
tu vigor en el titubeo de sus pasos de felpa,
en
la torpeza de tus manos desatadas tu afán por lo bien hecho,
en
tus ojos cansados el brillo de mil horizontes, la risa de tu alma,
en
la letra de tu gesto el amor, sin citarlo nunca, poema prescrito,
la
misma vida te habitaba con otra furia, pero apenas te reconocías.
Porqué
se pierde el vivir, para el que parte, en la huella de sus caminos…
Con
la ternura del niño que permanecía en ti
jugabas
a miedos y a felices inconsciencias,
recorrías
alborotado y risueño los corredores del
recuerdo,
te
detenías en las estancias del amor de carne y hueso que nos salva,
maldecías
con sorna tu vejez y seguías adelante como único destino.
Cómo
saber vivir, para el que parte, continuando la huella de su camino…
Tu
cuerpo ajado por la sana costumbre del vivir,
castigado
por el tiempo por el privilegio de tus días…
Tiempo
eternamente muerto, parámetro métrico de lo vivo,
rencoroso
si consciencia tuviera, constante nada sin la vida…
un
templar de hierros en el fuego candente de los atardeceres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario