Un tiempo voraz como la hiedra toma mi
balcón,
atalaya de frontera donde como vigía
observo…
Es la ciudad que avanza recortando
horizontes,
incrostándose más allá del arrebato
de sus campanas.
Me vienen al recuerdo nanas de grillos,
autillos escondidos delatando al silencio,
días como espigas, noches menta y plata…
tierra y calle libertaria, mis hijos en la
plaza.
Ahora un zumbido ácido asciende azuzando
el aire,
es el nuevo silencio de nuevos rumores
asediado…
Es la industria que avanza tañendo
lubricados sus metales,
marcando el tempo del nuevo compás a
contra-tiempo.
Pero el misterio en su reducto contra todo
pronóstico persiste,
locas gritan, ranas imprevistas, su canto
clandestino y verde.
En un hoyo, despojada la tierra, habitó la
nube que amamantó al junco,
y hoy es su ronca ternura de rana
victorioso recitar del poema de su croar.
Croan desde su última orilla bajo
diminutas naves rumbo a París,
rumor de trinchera, rima, ritmo, metáfora,
intensidad, efímera escombrera.
Yo desde mi atalaya componer quisiera
verdinegras serenatas…
de noche serena y pan de rana ondeando
banderas en mugas de esperanza.
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