13/4/24

DESCONCIERTOS

 





Un vendaval de otros ojos  imprevistos le dejó

un desorden contrariado más allá del asombro.

 

Inevitablemente se soñó en un retorno imposible,

o al menos en un indagar de límites compatibles.

 

Pensó que si su vida fuera muy otra con comienzo más tardío,

y nada conociera y debiera de esta de ahora dichosa a fin de cuentas,

rompería contra sus ojos imprevistos su corazón de esa su otra vida.

 

Nada más perpetró que un vano sentimiento agridulce,

ni quiso ni hubiera podido traspasar las líneas rojas,

pero ella, desde su amor instaurado, dudó del verdadero orden de los verbos

y le recorrió una incógnita azul de ecuación desconcertada.

 

Ella le acusó en sus silencios de andar por casa

de la inocencia de su culpa y viceversa,

y soportó en calma su transparencia ingenua y brutal.

El asumió su castigo de vacíos por delitos de bohemia,

y mató alguno de sus  pájaros hechos de nubes de confusión.

  

Todo quedó para él en una extraña indigestión de deseos,

en un ingrato recorrer los espacios de su corazón adiestrado,

en una sombra como tras un juego arrogante y sin sentido.

Todo quedó para ella en una renovada certeza tras el desconcierto,

en un descansar su cabeza en un amor de cercanías nunca perdido,

en el sosiego de saber que en el fondo es un chiquillo que ha aprendido. 

 En ambos corazones de fruta madura, dulce y delicada a salvo de la intemperie.

 En aquella de los ojos imprevistos,

ajena a estas ñoñerías de salón,

quizá quedó un deje de curiosidad,

y un puñado de señales que él le dejó

para una amistad con sabor a pan,

que ella, sabia y prudente, nunca dijo si comprendió.

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