Ella en mí, inmensa de
pupilas, me llama
y yo, ya en ella, me diluyo aliviado
hasta desaparecer.
Como al fuego, al agua, al
aire, tierras de mi carne
a la noche, toda alma, que
desde el pecho me convoca,
retorno a renovar las mismas
miradas siempre como nunca.
La noche es sublime
arquitectura de espacios inabarcables
construida de tus anhelos,
mis deseos, de preguntas y sosiegos
ascendiendo a encender
reflejos estelares como heraldos del sol.
Este debe ser el cielo
prometido moteado de presencias y certezas.
Te reencuentro, frente alta,
mientras orino cañas de espaldas a Shakira.
Clandestina catedral de
altares montaraces y coro de grillos
con mis pies firmes en
tierra y altivos mis ojos a toda vida invoco.
Insignificante, en mitad del
tiempo eterno que sestea en la noche,
libero deseos de ternura y
armonía donde todos venzamos al fin.
Vuelvo dentro, al baile de
tangibles entusiasmos conquistados,
allí también la noche…en los
brillos de la falda corta con lentejuelas,
en las luces nocturnas de
fluorescentes que protegen con celo su guarida,
en la polilla con su bata de
guatiné libando, desesperada y tenaz, el polvo de luz de su bombilla…
en misteriosos roces de
miradas, en menguantes lunas iluminando rostros.
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